Curtis Kelsey

El sol de principios de otoño entraba a raudales en la habitación, en la que reinaba el silencio, a pesar de que en ella se encontraban dos hombres. ‘Abdu’l-Bahá ocupaba la esquina más alejada y no pronunciaba palabra; simplemente, miraba fijamente a aquel joven, que había llegado del otro lado del mundo. Para Curtis, mirar a ‘Abdu’l-Bahá a los ojos era pedir demasiado. Al principio, Curtis quiso mirar a las paredes, o hacia fuera, a los terrenos agostados por el sol, pero no pudo. La mirada de ‘Abdu’l-Bahá era una orden divina, y Curtis obedeció.

Curtis Kelsey fue un hombre sencillo que nunca fue a la universidad y jamás obtuvo fama mundana. Pero en 1921, a la edad de veintisiete años, ‘Abdu’l-Bahá le pidió que se trasladase a trabajar a Haifa para instalar el primer alumbrado eléctrico en el Santuario del Báb. Durante dos meses vivió y trabajó como miembro del hogar de ‘Abdu’l-Bahá, una experiencia que transformó al inquieto joven de Utah en un verdadero siervo -del Maestro y de la causa bahá’í- para siempre. En este libro, escrito en un estilo cálido y vívido, el lector se aproxima íntimamente a un hombre corriente que permitió que entrase en su vida algo realmente extraordinario. Lo que experimentó entonces y después durante el resto de su vida fueron, en palabras de Curtis, “los dones de Dios, algo que todo el mundo puede experimentar”.